águilas sananga

La sananga es una medicina ancestral utilizada por diversas etnias amazónicas, especialmente los pueblos Kaxinawá y Yawanawá, quienes la consideran una planta maestra con espíritu propio. Su preparación se realiza con sumo cuidado a partir de las raíces y cortezas de la Tabernaemontana undulata, un arbusto de la familia Apocynaceae, originario de la selva profunda.

Su aplicación es directa: una gota en cada ojo, que provoca un ardor intenso y momentáneo. Este fuego sagrado no es un castigo, sino una purificación. Se le conoce como la medicina que quema para revelar, pues al cruzar el umbral del dolor breve, se abre un espacio de limpieza, visión y claridad.

Desde el punto de vista físico, la sananga se utiliza tradicionalmente para tratar trastornos visuales como el astigmatismo, la presbicia, las infecciones oculares, la fatiga visual y la inflamación. Su poder antiinflamatorio y antimicrobiano ha sido valorado tanto por la medicina tradicional como por estudios modernos en fitoterapia.

Sin embargo, su verdadera profundidad reside en el plano energético y espiritual. La sananga limpia las obstrucciones del campo sutil asociadas a la percepción distorsionada, el autoengaño, los bloqueos emocionales y las visiones mentales contaminadas por el miedo o la confusión. Es un “colirio del alma”, una herramienta que abre el tercer ojo y alinea la visión interior con la verdad profunda.

En el contexto chamánico y ceremonial, la sananga prepara al cuerpo y al espíritu para recibir otras medicinas maestras, como la ayahuasca. Purifica los canales energéticos de la cabeza y el corazón, permitiendo una apertura sensorial más fina, mayor concentración, y una disposición receptiva para navegar en los estados no ordinarios de conciencia.

Usada con intención y respeto, la sananga no solo mejora la vista: despierta la mirada sagrada, esa que ve más allá de las formas, y nos recuerda que todo viaje espiritual comienza con la voluntad de ver… de vernos con verdad.

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