En la penumbra del bosque eterno,
donde la ayahuasca canta su verbo,
surge el jaguar, guardián silente,
con ojos de fuego y alma paciente.
Sus pasos resuenan en mundos velados,
cruzando umbrales de sueños callados.
Entre lianas que enredan el tiempo,
guía al viajero en su renacimiento.
Espejo de sombras, maestro del miedo,
te invita a mirar lo que yace en tu ruedo.
“No temas”, susurra, “mi fuerza es la tuya,
atraviesa el abismo, la verdad te acuna.”
En sus manchas, galaxias danzan,
mapas secretos que al alma alcanzan.
Cada giro, un ciclo, una revelación,
donde lo viejo muere y nace la canción.
El jaguar te lleva al río profundo,
donde el agua susurra los cantos del mundo.
Su mirada penetra, su espíritu abraza,
y en su rugido, el silencio arrasa.
Entre raíces y cielos abiertos,
te enseña que todo está siempre despierto.
Que la sombra y la luz son un mismo camino,
y en su danza salvaje, encuentras tu destino.
Jaguar eterno, guardián de los sueños,
guía a los valientes, rompe sus dueños.
En el mundo de la ayahuasca y su magia sagrada,
es el espíritu que nunca se apaga.
Con cada pisada deja un recordatorio:
que en lo más profundo del ser transitorio,
habita el jaguar, feroz y sereno,
un espíritu libre, ancestral y pleno.