Ayahuasca Mexico Jaguar Serpiente Ronin Ronin Veracruz
Ayahuasca Poderosa. Medicina de la Selva.

CÍRCULO CON AYAHUASCA

Ayahuasca de la Amazonía Peruana
Manifiesto Ayahuasca Mexico Veracruz Medicina Ancestral
Lectura

MANIFIESTO AYAHUASCA

Canalización del espíritu de la Ayahuasca
sesiones kambo mexico veracruz
Medicina de la Selva.

SESIONES CON KAMBÓ

Purificación, Limpieza y Mejora del Sistema Inmunológico

Sobre la

Ayahuasca

Conoce un poco más sobre el origen de esta poderosa medicina.

Círculos de Medicina

Acompáñanos con un vaso con Ayahuasquita.

círculo con ayahuasca xico veracruz
ayahuasca coxmatla xico veracruz mexico
ceremonia ayahuasca mexico veracruz testimonio
ceremonia ayahuasca mexico veracruz testimonio
ceremonia ayahuasca mexico veracruz testimonio

TESTIMONIOS

Mi nombre es Jorge Domínguez.

Acompáñanos con un vasito con Ayahuasquita.

Nuestro Blog

ALGO DE LUZ EN ESTE CAMINO DE APRENDIZAJE

Las columnas Boaz y Jaquim son un símbolo muy antiguo y presente en varias culturas, pero su simbolismo es…
Ophiel es un nombre que figura en la tradición esotérica y mágica de la Cábala y otras corrientes de…
El jengibre es una planta conocida por sus propiedades medicinales y su uso en la cocina. Además de su…
Hagith es un espíritu o entidad que figura en la tradición mágica y esotérica de la Cábala, así como…
El cacao puro, conocido como el “alimento de los dioses” por los antiguos pueblos mesoamericanos, es mucho más que…
https://www.youtube.com/watch?v=/Y4lE1bOuJxA El Om es la vibración primordial del universo; en las culturas orientales se le asocia con el no…

Ayahuasca Poderosa. Medicina de la Selva.

El brebaje no es una experiencia superficial ni recreativa: es un rito de paso, un viaje hacia lo más hondo del ser, donde todo lo que está dormido, reprimido o fragmentado pide ser visto, sentido, abrazado. Es una muerte interna. Pero no para castigar, sino para liberar.

En este proceso, se despierta una energía antigua, intuitiva, sagrada: la energía serpiente. En muchas tradiciones, la serpiente es símbolo de transformación, de sabiduría que se arrastra cerca de la tierra pero que conoce el cielo. En el cuerpo, esta energía se manifiesta como una fuerza en espiral que asciende desde la raíz, removiendo bloqueos, despertando memorias, disolviendo capas que ya no nos pertenecen.

La serpiente no teme mudar de piel.
Y la Ayahuasca, como espíritu madre, nos invita a hacer lo mismo.

A través de visiones, temblores, lágrimas o silencio, la medicina nos recuerda que renacer no es empezar de cero, sino soltar lo que impide florecer. Nos muestra que la evolución no es hacia afuera, sino hacia adentro: hacia un ser más auténtico, más alineado, más vivo.

Este camino no es cómodo, pero es real. Y en ese realismo sagrado está la bendición: vernos sin máscaras, liberar lo heredado, reconciliarnos con la sombra, y abrir espacio para una nueva versión de nosotros mismos, más libre y más luminosa.
Nueve niveles se abren al andar,
y al final del abismo, comienza el amar.
Pues aquel que ha muerto y vuelto a mirar,
lleva en sus ojos la luz del jaguar.

Mictlán, Mictlán, eco ancestral,
donde el jaguar calla y el búho ve sin juzgar.
Allí no hay tiempo, solo voluntad,
ni oro ni promesas te pueden salvar.

Sus picos se abrazan, caminos se cierran,
la niebla es espesa, la sangre se entrega.
Entre cuchillos de obsidiana y espinas floridas,
se quiebra el recuerdo, se limpian las heridas.

Un perro de sombra te espera en el río,
si tu alma fue justa, cruzarás con su abrigo.
Si no, el agua será espejo temido,
y tus pasos girarán en círculos perdidos.
La Anaconda no es solo un animal: es un ser sagrado, una maestra cósmica que guarda el conocimiento original del mundo vegetal y espiritual.

Para los pueblos amazónicos, la Anaconda —conocida como Yacumama, “madre del agua”— no solo se desliza por los ríos, sino también por los canales invisibles del espíritu humano. Es la portadora de la memoria del planeta, la que entrelaza saberes, la que une cielo y tierra a través de su cuerpo espiralado. En su forma serpentina, habita el símbolo universal del infinito, de la transformación constante, del ciclo de la vida y la muerte.

Cuando la Ayahuasca abre las puertas de la percepción, no es raro que se manifieste su presencia. Muchos la ven como una serpiente gigante que se enrosca alrededor del cuerpo, que asciende por la columna, que susurra verdades en un idioma que no se aprende, sino que se recuerda. La Anaconda aparece como una iniciadora: despierta la conciencia dormida y conduce al viajero hacia el origen del conocimiento.

Ella no entrega información al ego ni responde desde la lógica. El conocimiento que trae es intuitivo, simbólico, profundo. No se recibe con la mente, sino con el cuerpo, con el alma abierta, con el corazón disponible. Enseña a confiar en lo que no se ve, a rendirse al misterio, a escuchar lo que la tierra tiene por decir.

El movimiento de la Anaconda es el movimiento de la energía misma: sube, baja, limpia, abre. Por eso, cuando se invoca su espíritu, se llama también a la sanación, a la liberación de bloqueos, a la reactivación del saber interno que ha sido olvidado por generaciones.

Ella no habla en palabras, habla en visiones.
Ella no enseña en libros, enseña en silencio.

Quien camina con la Anaconda como guía, camina un camino de humildad, de escucha profunda, de conexión con lo sagrado en todas las formas de vida.
Ella nos recuerda que todo está tejido, y que el verdadero conocimiento no viene de fuera, sino de adentro… de lo más profundo del río, del cuerpo, del cosmos.

Yacumama no olvida.
Y si la escuchas, te mostrará lo que siempre supiste,
pero habías dejado de mirar.
El camino del autoconocimiento no es una línea recta ni una carrera hacia una meta externa. Es más bien un espiral sagrado, una danza entre luces y sombras que nos lleva, paso a paso, a recordar quiénes somos debajo de todo lo aprendido, lo heredado y lo impuesto.

Conocerse a uno mismo es un acto profundo de valentía. Es atreverse a mirar hacia dentro con ojos sinceros, sin disfraces, sin juicios, sin máscaras. Es sentarse frente al espejo del alma y preguntar:
¿Qué parte de mí no he querido ver?
¿Qué herida todavía sangra en silencio?
¿Qué voz he silenciado por miedo a ser rechazado?

No se trata de perfección, sino de presencia.
De abrazar lo que somos con toda nuestra complejidad: luz y sombra, dolor y belleza, caos y sabiduría.
Porque el autoconocimiento no es solo comprender la mente, sino también sentir el cuerpo, habitar la emoción y abrir el corazón a todo lo que hemos vivido.

En este camino, los tropiezos también son maestros. Cada relación, cada crisis, cada pérdida nos devuelve fragmentos de nosotros mismos que habíamos extraviado. Nada es en vano cuando el propósito es despertar.

Algunos encuentran su reflejo en el silencio de la meditación, otros en el fuego de las ceremonias, en el cuerpo que tiembla bajo el rezo de las plantas, en la palabra escrita o en el abrazo de la naturaleza.
Lo importante es recordar que no hay un solo camino correcto, sino una verdad íntima que nos llama desde adentro y nos guía si aprendemos a escucharla.

El autoconocimiento es el viaje de regreso a casa.
A esa casa que no tiene paredes ni techo,
porque está hecha de alma, de raíces, de presencia.
Y cuando por fin llegamos, entendemos que siempre estuvimos ahí,
solo que lo habíamos olvidado.
En este sendero de silencio sagrado,
donde las plantas maestras abren portales invisibles
y la selva se convierte en espejo del alma,
es esencial caminar con la guía de quien ve más allá:
el Espíritu del Otorongo.

Tú que habitas entre mundos,
señor de la noche profunda y de la mirada que atraviesa la ilusión,
te invoco para que camines a mi lado en esta dieta,
donde todo se revela y todo se transforma.

Espíritu del Otorongo,
envuélveme con tu fuerza serena,
enséñame a moverme con firmeza y sin ruido,
a enfrentar mis sombras con dignidad
y a reconocer la medicina que se oculta en el dolor.

Que tu visión me permita ver más allá de las apariencias,
que tu energía alinee mi cuerpo y mi corazón
con el propósito profundo de este llamado.
Protégeme de los engaños del miedo,
y que mi alma no se desvíe del centro.

Gracias, guardián de los caminos ocultos,
por custodiar este espacio de aprendizaje y renovación.
Que tu espíritu me acompañe
mientras las plantas me enseñan
y la selva me susurra sus secretos antiguos.
En lo más profundo del cuerpo no solo habita el presente: allí duerme la historia. Cada célula lleva impresas memorias antiguas: dolores no expresados, traumas no resueltos, pactos no cumplidos. Son las voces de quienes vinieron antes, sus vidas tejidas en el ADN como hilos invisibles que aún nos sostienen… o nos atan.

La medicina viva y consciente, tiene la capacidad de penetrar esos tejidos sutiles. Su espíritu no solo muestra visiones; despierta los archivos del linaje. Durante una ceremonia, es común ver rostros que no conocemos, sentir emociones que no reconocemos como nuestras, llorar lágrimas de abuelas olvidadas, temblar con miedos que no son del presente, pero que han vivido agazapados en lo más hondo de nuestra sangre.

Esto no es locura. Es memoria.
Es la herencia del alma que se expresa a través del cuerpo.

Las culturas antiguas lo saben: la enfermedad muchas veces nace en el olvido de nuestros ancestros. Por eso, al beber el brebaje, no solo se sana el individuo: se sana el árbol entero. La medicina abre un canal profundo hacia el pasado familiar, mostrando las heridas del linaje no como castigo, sino como oportunidad de liberación.

Los cantos medicina, los ícaros, son códigos sonoros que acompañan esta limpieza genética. Actúan como llaves que abren las puertas del recuerdo y del perdón. Nos enseñan que no estamos solos. Que dentro de nosotros viven generaciones completas esperando ser vistas, escuchadas, liberadas.

Y cuando el trabajo se hace con respeto, entrega y corazón, algo sagrado ocurre:
el dolor se convierte en rezo,
la carga se transforma en sabiduría,
y el linaje, en vez de arrastrarnos, comienza a impulsarnos.

La medicina no borra el pasado. Lo honra.
Lo limpia con lágrimas verdaderas, con temblores de alma, con susurros de selva.
Y al hacerlo, nos devuelve un lugar luminoso en la historia,
donde no somos herederos del dolor,
sino guardianes del despertar.

ESCRÍBENOS

Si te interesa participar en nuestras sesiones con Ayahuasca escríbenos por Whats para reservar tu espacio