Serpientes transformación ayahuasca

Hay momentos en la vida en que todo parece desmoronarse: viejas formas, creencias, relaciones, patrones. La tierra se sacude bajo nuestros pies y el alma, como una crisálida que ya no cabe en su piel, comienza a agitarse. En esos instantes, la medicina de la Ayahuasca se presenta como un puente entre la muerte simbólica y el renacimiento profundo.

El brebaje no es una experiencia superficial ni recreativa: es un rito de paso, un viaje hacia lo más hondo del ser, donde todo lo que está dormido, reprimido o fragmentado pide ser visto, sentido, abrazado. Es una muerte interna. Pero no para castigar, sino para liberar.

En este proceso, se despierta una energía antigua, intuitiva, sagrada: la energía serpiente. En muchas tradiciones, la serpiente es símbolo de transformación, de sabiduría que se arrastra cerca de la tierra pero que conoce el cielo. En el cuerpo, esta energía se manifiesta como una fuerza en espiral que asciende desde la raíz, removiendo bloqueos, despertando memorias, disolviendo capas que ya no nos pertenecen.

La serpiente no teme mudar de piel.
Y la Ayahuasca, como espíritu madre, nos invita a hacer lo mismo.

A través de visiones, temblores, lágrimas o silencio, la medicina nos recuerda que renacer no es empezar de cero, sino soltar lo que impide florecer. Nos muestra que la evolución no es hacia afuera, sino hacia adentro: hacia un ser más auténtico, más alineado, más vivo.

Este camino no es cómodo, pero es real. Y en ese realismo sagrado está la bendición: vernos sin máscaras, liberar lo heredado, reconciliarnos con la sombra, y abrir espacio para una nueva versión de nosotros mismos, más libre y más luminosa.

La serpiente nos enseña a arrastrarnos antes de volar.
La Ayahuasca nos enseña a morir antes de vivir plenamente.

Juntas, nos ofrecen la posibilidad de transformarnos desde la raíz, de recordar que somos seres en constante evolución y que el renacimiento es un derecho sagrado del alma cuando decide despertar.

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